Ubicada en el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, este lugar toma su nombre debido a su arquitectura. Si uno observa – y no se necesita una observación a detalle – uno puede caer en cuenta de la forma de caramelo, merengue que posee la fachada del lugar, un pastel lleno de merengue en el centro de Puebla, construido gracias a la magia de la “argamasa” (cal + arena).
Construida en el siglo XVIII por Antonio Santa María y donada al patrimonio cultural en 1926 este lugar, después de la donación, se convierte en el primer museo de la Ciudad de Puebla, no solo representa un lugar que alberga grandes colecciones de lo más extraños y preciados objetos, sino que el visitarlo y recorrerlo, representa el estar dentro del primer espacio dedicado a las artes en la ciudad.
El lugar alberga una ecléctica colección de los más preciados objetos que uno pueda imaginar, desde artefactos de piedra de 21.000 años de antigüedad, peinetas, gemelos (binoculares), cigarreras hasta tijeras, faldas de china poblana y abanicos de marfil. Llama la atención del visitante la hermosa construcción del lugar, uno difícilmente se imagina una familia viviendo en una casa así de grande - de hecho, en algunos cuartos aún se conservan las escaleras de acceso para la servidumbre, si bien pocos se lo imaginan, muchos lo desearían.
Objetos poco convencionales –pero geniales- y hermosas pinturas componen la colección que expone la Casa del Alfeñique, hermosos frescos de Fray Toribio de Benavente y Fray Julián Garcés (ambos, fundadores de Puebla), una sublime pintura, elaborada por el pintor Patricio Ramos, de la Batalla del 5 de Mayo de 1862. Otras dos pinturas que retratan el mismo episodio pero desde perspectivas diferentes, sorpresa ante lo anterior.
Conforme las galerías van tristemente finalizando, me encontré con un cuadro decimonónico de Gonzalo Carrasco, Ángel con estandarte, que rezaba “Los limpios de corazón verán a Dios”, me hizo reflexionar: pues yo no sé si soy limpio de espíritu o no, no sé si llegaré ver a Dios o no, pero mientras eso llega, mejor disfruto del hermoso lugar en el que me encuentro, creo que es lo mejor que se puede hacer, no tan solo en la Casa del Alfeñique, sino también en la vida, no hay que preocuparse si se es limpio de corazón, si se verá –o no – o no a Dios, hay que preocuparse de apreciar con toda la intensidad la belleza del lugar que nos rodea.
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